En nuestra edición digital de La Brújula del Norte, dado el interés que suscita entre nuestros lectores el necesario proyecto para la popularmente denominada “Operación Chamartín”, nos hacemos eco de la entrevista que nuestros compañeros de elmundo.es le han realizado a toda una autoridad en la materia, el arquitecto británico Simon Smithson, socio del Estudio de Richard Rogers desde 1991 y gran enamorado de nuestro pais.
Pocos días después de que el Ayuntamiento de Madrid, por boca de su responsable de Urbanismo, José Manuel Calvo, haya dado por "muerta" la operación Chamartín "en los términos en los que está planteada", ELMUNDO.es ha tenido la oportunidad de charlar con el arquitecto que ha estado al frente de su actual diseño, el británico Simon Smithson, de visita en España.
Desde el Consistorio gobernado por Manuela Carmena creen que la edificabilidad total del ámbito, de unos 3,5 millones de metros cuadrados, "no es razonable" y abogan por "repensar esa cifra". Preguntamos a Smithson por esta afirmación: "Creo que en una actuación de esta importancia no se debe abordar desde la óptica de los números abstractos, sino desde temas como la sostenibilidad ambiental o la oportunidad de desarrollo para la ciudad", ataja de entrada el arquitecto
Smithson, socio del estudio de Richard Rogers desde 1991, es un gran enamorado de nuestro país y más concretamente de su capital -"soy de Londres y de Madrid a la vez"-, donde ha dirigido proyectos tan emblemáticos como el de la T4 en el aeropuerto de Barajas. "Madrid es una ciudad con muchísima vida y probablemente sea, junto a Berlín, una de las mejores ciudades de Europa para vivir", defiende. "Pero es una ciudad que tiene un vacío en la zona norte, como una pizza a la que le falta una porción", añade.
El arquitecto compara la actuación de Castellana Norte, llamada a suturar estar brecha urbana de la que habla, con las que se acometieron en Barcelona y Bilbao en los años 70 y 90 y la define como "un proyecto vital para el futuro de Madrid". "Es una oportunidad única, un proyecto fundamental para promocionar la ciudad después de la crisis y convertirla en una de las capitales más importantes del continente, aprovechando su pujanza económica y su situación estratégica como puente con Latinoamérica", insiste.
"Es una oportunidad única para convertir Madrid en una de las capitales más importantes de Europa, aprovechando su pujanza económica"
Por eso, para Smithson, hablar de esta operación en términos de densidad y edificabilidad "es un enorme error". "Los asuntos que deben debatirse son qué tipo de ciudad se quiere crear y cuál es el modelo más sostenible", argumenta. "Por ejemplo", explica, "sabemos perfectamente que hay una relación directa entre la densidad urbana y la eficacia energética, con el uso del transporte privado en lugar del transporte público, con la previsión de servicios urbanos como colegios, parques, etc.". "Hablar únicamente de cifras es no entender la complejidad de este asunto", asegura.
Desde un punto de vista meramente urbanístico, cree que la densidad urbana y la edificabilidad que se han contemplado en la prolongación de la Castellana son las que esta parte de la ciudad necesita para consolidarse como continuación de la arteria más importante de la capital. "La Castellana es el eje fundamental de la ciudad y está compuesto por varios tramos, cada uno de los cuales es producto de una época y un reflejo de la economía, de las necesidades, de la visión cultural y social de ese momento", argumenta. "Ésta sería la quinta prolongación y, como cada una de las anteriores, debe tener su propia escala y su propia visión urbanística y arquitectónica", expone Smithson.
"Hablar únicamente de cifras es no entender la complejidad de este asunto"
Para ello, Smithson defiende un modelo de ciudad densa, contrario al que se ha desarrollado en los nuevos barrios (PAU) que rodean la capital. "Uno de los principales retos de este proyecto es crear nuevos barrios igual de buenos y bonitos que los de Chamberí, Retiro o cualquiera de los del centro de Madrid", explica Smithson. "Madrid tiene una vida social muy especial y diferente a la del resto de Europa, con excepción de Italia, que en mi opinión depende de su configuración urbana. En esto han fallado los nuevos desarrollos que rodean la ciudad, que han creado un entorno que rompe con lo que es la capital. En Las Tablas o Sanchinarro uno no tiene la sensación de estar en Madrid", afirma.
Continuando con un análisis puramente urbanístico del proyecto, Smithson habla de la importancia de la "conectividad" como una faceta imprescindible para concentrar la edificación. En este sentido, defiende que el hecho de contar con dos centros de transportes como la Estación de Chamartín y el Intercambiador de Transportes de Plaza de Castilla justifica la densidad urbana que se ha planteado en este proyecto y lo compara con otros modelos recientes de transformación urbana exitosos como HafenCity, en Hamburgo o King's Cross, en Londres.
"El reto es crear barrios igual de buenos y bonitos que los del centro de Madrid"
"La inversión en transporte público sólo es viable si hay cierta cantidad de población", comenta. "Si no hay suficiente densidad de población, no hay suficiente uso y lo que ocurre es que los ciudadanos acaban subvencionando un sistema de transporte que nadie usa", asevera. "Además", continúa, "cuando no hay suficientes usuarios baja la frecuencia de los transportes y eso hace que la gente prefiera coger el coche por no esperar". "Está completamente demostrado que cuanto más densa es la población de una zona, menos se usa el coche".
Pero Smithson también aborda el tema de la edificabilidad desde una óptica puramente económica y pragmática, que en su opinión hay que tener en cuenta antes de hablar a la ligera de cifras. "Una de las cosas interesantes de este proyecto", recuerda, "es que tiene una historia muy larga detrás, en la que se han ido adquiriendo compromisos que pertenecen a distintas administraciones". "Son promesas que alguien ha hecho y que implican un coste de inversión en infraestructuras muy alto, que hay que mantener en el proyecto", explica. "El arte consiste en establecer un equilibrio entre estos compromisos de inversión en infraestructuras, con el espacio que consume el proyecto y su rentabilidad". "Nadie puede pensar que alguien vaya a hacer todos estos regalos sin obtener beneficio. Eso es incompatible", afirma."Percibo una cierta ambición por transformar la ciudad, por arreglar el nudo norte, por mejorar las conexiones de la zona, aumentar el transporte público, etc., pero todo esto son costes y las actuaciones que el proyecto contempla están basadas en un modelo económico", comenta el arquitecto. "Si se quiere cambiar, hay que tener claro cuál es la visión del modelo de ciudad que se quiere para Madrid, cuál es la situación económica actual y en qué modelo económico debe basarse esta actuación", concluye.